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domingo, 18 de abril de 2010

BIOGRAFÍA DE UN LARGO VIAJE

 Foto: Banco de Imágenes Gratuitas


Cuándo llegaban las vacaciones escolares, a mediados del mes de julio, siempre visitábamos a los abuelos y a toda nuestra familia materna que vivía en la capital. Para mí era toda una aventura, no solo, el hecho de ver a mis abuelos que adoraba con locura sino el hecho de viajar en la nevera de la camioneta jeep wagoneer que tenían mis padres; se preguntarán el porqué hago mención a “la nevera”, pues bien así era como le llamábamos al cajón o maletero de nuestra camioneta que colindaba con el espaldar de los asientos traseros, allí mi padre colocaba las maletas bien acomodadas y una colchoneta de espuma con su sabana bajera y su respectiva cobija de manera que al final quedaba convertida en una majestuosa cama donde cabíamos perfectamente dos personas a lo largo, el privilegio siempre lo obtenía yo por encima de mis hermanas, creo que se debía a que era la consentida de mi padre que me complacía en casi todo lo que yo le pedía. Salíamos muy temprano en la madrugada nos abordaban más de nueve horas de camino entre una parada y otra hasta llegar a la casa de los abuelos.
 Durante el viaje siempre iba durmiendo las primeras cuatro o cinco horas, ya luego compartía mis aposentos con mis hermanas mientras continuábamos el viaje entre cánticos, historias fantásticas sobre algún hecho acaecido o simplemente contar las veces que veíamos algún árbol determinado, o el coche de algún color específico durante nuestro recorrido.hecho de que siempre me antojaba de hacer pipí justo después de que mi padre hubiese dejado atrás la estación de servicio donde todos habíamos estirado las piernas y merendado, jijijiii… el siempre me regañaba y me decía de manera muy cariñosa: “antojito, llegaremos muy tarde como sigamos así”.
 También viene a mi memoria de una manera muy graciosa, el
 Era en ese momento cuándo mi madre siempre tenía un plan B, la lata vacía de galletas de soda; una lata muy parecida en donde vienen las galletas danesas que vende aquí en España pero un poco más alta, en fin que siempre era mi salvación, mi madre me la ponía en el suelo de la camioneta yo hacía lo mío y luego mi padre se orillaba un poco en la carretera abríamos la puerta y regábamos el verde y hermoso pasto previa limpieza con agua mineral de nuestro artilugio de emergencia, que nos acompañaba durante largas e intensas horas hasta llegar a nuestra siguiente parada. Las siguientes paradas correspondían a los pequeños puestos de artesanía al borde de la carretera, para mi mamá era fundamental hacer estiramientos de piernas allí, jijijiii… para mis hermanas y por supuesto para mí también era de lo mas fashion, siempre salíamos de la improvisada tiendita con algún regalito en nuestras manos…
 Recuerdo el olor a cerámica fresca en algunas piezas y ese olor a campo abierto que se respiraba por el lugar… olor a mermelada dulce, flores silvestres, madera recién cortada… vacaciones! Otra parada técnica, como olvidarla… nuestro restaurante favorito: el Araguaney, no conozco aún otro igual, la mejor carne jugosa del mundo! El ambiente familiar del lugar con sus mesitas de madera y sus manteles a cuadros rojos y blancos parada obligatoria de cualquier viajante que se preste a recorrer los parajes venezolanos rumbo noroccidental.
 En mis recuerdos, aún latentes, quedan por comentar pocos kilómetros de esta gran odisea, quedan pocas horas para el reencuentro con mis abuelos, que siempre nos recibían con esa calidez que les caracterizaba, salimos del restaurante y otra vez tomaba mi lugar en mi súper cama para dormir la siesta después de una gran comilona, mis hermanas también se tumbaban a mi lado una y las otras dos en los asientos delante de mí y cuando ya estábamos entrando a Caracas mi padre nos despertaba cantando cualquier cosa que se le ocurriese en el momento para que nuestros abuelos nos viesen despejaditas y rozagantes como si a nuestras espaldas no hubiesen transcurrido más de nueve horas y media de camino.
 Una vez llegados a su casa, recuerdo como papá tocaba la bocina y yo me bajaba rapidito para tocar el timbre y a su vez gritar: abuela Pina, abuelo Pino ya hemos llegado!!!! Y hecho curioso que aún no he sabido comprender en mí, porque siempre q abrazaba a mi abuela y besaba su suave mejilla lloraba, daba lo mismo que fuera a la ida como a la venida.
Todavía hoy nos sucede lo mismo a ambas… Qué curioso, verdad?
Autor: Andrea A.

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